sábado, 3 de julio de 2010

El “experimento chileno” contra el “milagro chileno”


El experimento chileno, constitucionalidad de la vía chilena al socialismo.


Fueron 18 años de lucha política incesante, de tres elecciones perdidas, de ardientes debates sobre la pobreza, la salud y la educación. 62 años que le sumaban a su retórica socialista la sabiduría de la vida misma, y por fin, el 4 de septiembre de 1970, tras una contienda sin cuartel, le ganó a Jorge Alessandri la presidencia de Chile por escasos 30 mil votos (Roppel, 78; Eastman, 67). ¡“A todo vapor con Salvador”!, gritaban sus seguidores, por ser el lema de su campaña. Al Compañero Presidente, contra los apetitos insaciables de la derecha chilena, de los gigantescos vampiros multinacionales, de Richard Nixon y Henry Kissinger, le fue entregada la presidencia de Chile por el Pueblo, y ratificada por el Congreso. Inmediatamente, en todo el orbe se empezó a hablar del “experimento chileno”, la vía al socialismo sin sangre en la mitad del camino. Se trató de una expresión con un contenido fundamentalmente social, de reformas profundas en la estructura de las relaciones sociales de producción y, por tanto, de la intervención a fondo del Estado en la economía. Se trató siempre de la conformación de algo nuevo, de un totilimundi, que no está signado por la poderosa presencia del extranjero en la configuración del poder.


Por tal motivo, sin mayores tardanzas que las de alistar la pluma y el papel para firmar órdenes, una vez electo, el gobernante socialista de la nación meridional, Salvador Allende, empezó a trabajar. Dentro de los primeros meses del gobierno de la Unidad Popular, los niños recibieron el medio litro de leche gratuito que se les había prometido; se elevó el salario de los obreros y de los empleados en 34.9%, en armonía con el alza del costo de vida en 1970. Se estabilizaron los precios del gas, de la electricidad y del transporte; se extendió en todo el país la construcción de viviendas (se planeó la edificación de 100.000 apartamentos) y se tomaron las medidas para reducir el desempleo, por aquel entonces de 300.000 cesantes, siendo los trabajadores más necesitados quienes resultaron más beneficiados. Se creó el Consejo Económico Nacional, con la activa representación de sindicatos y de organizaciones sociales (Lavretsky, 151 a 153).


Ahora bien, con sustentos legales y plenamente constitucionales, el gobierno logró desmontar todo el aparato represivo que Eduardo Frei instauró con el Grupo Móvil de Carabineros, comunidad de gorilas encargada fundamentalmente de aplastar las movilizaciones obreras. Otra desdicha de los capitalistas, embestida ejecutada también bajo parámetros legales y constitucionales (para la indignación de los tradicionalistas empresarios, nacionales y extranjeros en Chile), fue controlar una gran parte de los monopolios productivos, específicamente en el sector textil. Justamente, con base en la olvidada Ley 520 de 1932 –que le permitía al Estado poner bajo su intervención las empresas que generaran productos de primera necesidad–, en diciembre de 1970 se expropió la fábrica textil Bellavista Tomé, que estaba casi en bancarrota[1]. Se profundizó, al mismo tiempo, dentro de la planificación económica desde el Estado, en la implementación realmente efectiva de la Corporación de Fomento a la Producción (CORFO), que ya había sido creado en 1939 durante el gobierno de Pedro Aguirre en cabeza del Frente popular. Mediante esta institución, el Estado se apropió (por la adquisición de las respectivas acciones) de la industria química y de la cementera, así como de las centrales hidroeléctricas, de las acerías, y algunas entidades bancarias (Lavretsky, 153). Estas medidas, adicionadas a la capacidad de los trabajadores de solicitar la intervención del gobierno en las empresas (que también estaba fundamentada en el Código del Trabajo), condujeron a la nacionalización de varias compañías pesqueras, de la compañía carbonífera Lota Schwager, la Compañía de Acero del Pacífico, la referida compañía textil, y las empresas de comunicaciones de la ITT norteamericana (ídem, 154).


Hasta los comediantes –o congresistas– más representativos de la reacción en Chile, al conocerse el proyecto de Ley que autorizaba al gobierno para nacionalizar los yacimientos de cobre y las empresas mineras que le pertenecían a las monopolistas Anaconda, Kennecott y Cerro Corporation, no vacilaron en apoyar la iniciativa.


Los efectos más destacables de las decisiones que se ejecutaron durante el primer año del gobierno de Allende fueron, entre otros, el aumento del 8.5% de la producción nacional; el desempleo, por su lado, disminuyó del 8.3% al 3.8%. Es más, las expropiaciones que Allende realizó en el primer año de su mandato (1.300 latifundios) se hicieron basándose en la Ley de Reforma Agraria aprobada en el gobierno de Eduardo Frei, que no se quiso aprovechar con anterioridad (Lavretsky, 154 y 155). Infortunadamente, como se verá a renglón seguido, desde el segundo año de su presidencia, se encontró con grandes problemas en cuanto a la continuidad de las políticas públicas que él había impulsado con la Unidad Popular.


La intervención norteamericana, las multinacionales y el sabotaje económico.


Como se expondrá –a grandes pasos–, a Salvador Allende le resultó imposible sostenerse en el poder los seis años a los que tenía derecho según la Constitución, y el sabotaje económico promovido por los capitalistas chilenos y financiado por la CIA con la participación directa de las multinacionales, desembocaron en el golpe de estado, justificado por la Junta Militar en dos hechos: la crisis económica (que la oposición misma causó) y la restauración de la “moralidad”. Como se sabe, el director supremo de la felonía fue el servil traidor Pinochet, en cuya monarquía absoluta se alimentó a toda la población con ese exquisito y nutritivo elemento que Dios creó para el sustento de los pobres: el Aire. Además, la utilidad práctica que el fallecido gorila le otorgó a esa masa de pobres chilenos es bien conocida, porque dejaron de estorbarle para, previo procesamiento en el estadio nacional, servir de fertilizante del pasto del mismo estadio, o de los latifundios que renacieron en el país. A este neoliberal y desvergonzado proceso de regeneración “democrática”, se le conoce como el “milagro chileno”.


La intervención norteamericana y las multinacionales.


Las desavenencias políticas con los gobiernos de los Estados Unidos venían desde antes: en un lúcido documental de Patricio Guzmán (Salvador Allende, 2004), se muestra una entrevista con Edward Korry, entonces embajador de EEUU en Chile, quien cínicamente acepta que en 1964, año de elecciones presidenciales en el país austral, la CIA le entregó 2.7 millones de dólares a los contrincantes de Allende para la realización de propaganda a favor de Eduardo Frei, y en contra de la amenaza comunista que representaba Allende para el gobierno en Norteamérica. Además, menciona que otras instituciones privadas con intereses estratégicos en Chile, contactados por los Estados Unidos (incluido el Vaticano e instituciones demócratas cristianas italianas), añadieron aún más dinero a las campañas provenientes de la democracia cristiana, bajo la égida de Frei. Dicha propaganda anticomunista, vale decir, anti-Allendista, según el mismo Korry (que para desgracia de la humanidad, y al igual que Kissinger, sigue impune, es decir, ¡vivo!), consistía en la publicación de fotos que asociaban la figura de Allende con el reclutamiento militar de niños, o con tanques de guerra soviéticos dispuestos a la batalla. Esta suciedad publicitaria tuvo, en efecto, un mejor resultado de lo que creyeron los democristianos: Frei ganó un 56% de los votos, en comparación con el 39% obtenido por Allende (Blum, 1995).


Posteriormente, recién posesionado Allende en el gobierno chileno, ese mismo diplomático, que sorprende por el cinismo de su contumelia contra el Pueblo chileno, dijo alguna vez que "No se permitirá que ni una tuerca ni un tornillo lleguen a Chile bajo Allende" (Blum, 1995). Era de esperarse este tipo de comentarios, entre otras cosas porque cuando se llevaron a cabo todas las expropiaciones y adquisiciones constitucional y legalmente avaladas (que se detallaran arriba), de los principales afectados fueron los chupasangres multinacionales extranjeros. La reacción no se hizo esperar: la ITT, multinacional de telecomunicaciones norteamericana (siglas en inglés de International Telephone and Telegraph Corporation), por medio de un memorando, alguna vez mencionó que "Una esperanza más realista para aquellos que quieren terminar con Allende es que una economía en rápido descenso provocará una oleada de violencia que terminará en un golpe militar" (Blum, 1995). Se refería a la economía chilena durante la presidencia constitucionalmente adquirida de Salvador Allende. Adicionalmente, en el Tribunal Russell II, formado por un sinfín de intelectuales de toda clase para investigar los crímenes contra los Derechos de los Pueblos en el continente latinoamericano, y reunido dos veces entre 1974 y 1975, se destaparon documentos de especial relevancia, como una correspondencia –que no es explícita en cuanto al golpe militar– entre los administradores de la ITT fechada en 1970, que afirma lo siguiente: “Por ejemplo, una solución constitucional podría nacer de desordenes internos masivos , huelgas y guerrilla urbana y rural. Esto justificaría moralmente una intervención de las fuerzas armadas por un período indefinido”.


Iguales palabras pueden ser leídas en comunicaciones de la multinacional química Hoechst: “…Una acción preparada hasta el último detalle y realizada brillantemente… El gobierno de Allende ha encontrado el final que merecía… Chile será en el futuro un mercado cada vez más interesante para los productos Hoechst”.


Ahora bien, inmediatamente se conocieron los resultados de las elecciones presidenciales en Chile, Richard Nixon le ordenó al director de la CIA, Richard Helms, que “Tal vez hay una posibilidad entre 10, ¡pero salve a Chile! (...) no nos importan los riesgos (…) hay 10.000.000 dólares (SIC) disponibles, más si es necesario (…) estrangulen a la economía” (Roppel, 78 y 79)[2].


El sabotaje económico.


Uno de los movimientos políticos más importantes de la derecha chilena, la Organización Patria y Libertad, fue esencialmente la que ocasionó los más duros golpes para el sistema político y económico que Allende logró implantar después de muchas dificultades. Por ejemplo, uno de sus cabecillas, Pablo Rodríguez, que después participaría activamente bajo las órdenes de un Pinochet disimulado en el frustrado golpe de estado del 29 de junio de 1973 (conocido como el “Trancazo”), dijo en televisión: “si se realizan las elecciones en 1976, el marxismo recibirá el 80%. Por eso hay que actuar antes de 1976”. Por su lado, Walter Roberto Thieme, otro de los secuaces de Patria y Libertad, mencionó en Argentina, que “Ha llegado la hora de tomar las armas para defender la patria. Si la guerra civil es el precio para liberar a Chile del marxismo estamos dispuestos a pagarlo” (Lavretsky, 210 y ss).


En abril de 1973, se organizó el plan SACO (Sistema de Acción Civil Organizada), en donde se ordenaba a los empresarios: “1. Ocultar no menos del 20% de los materiales que recibe la empresa, lo que permitirá formar reservas para circunstancias excepcionales; 2. Crear depósitos de piezas de repuesto en sótanos de locales ubicados fuera de la empresa, manteniendo únicamente el ritmo mínimo de producción en la misma; 3. Distribuir la producción de la empresa sólo a través de los intermediarios del SACO. En caso de que el gobierno tome medidas represivas se deberán entregar al sector estatal los productos de peor calidad en cantidades mínimas”.

Al mismo tiempo, quienes dirigían el SACO, ordenaban a los empresarios agricultores que debían entregarle al gobierno, en caso de que lo solicitaran, datos adulterados sobre el rendimiento por unidad de superficie; además, incitaron la creación de grupos paramilitares y de sistemas de información en contra de los miembros de la Unidad Popular.


Todas estas directrices eran, en principio, mecanismos de sabotaje económico, que sumados a las huelgas políticas incitadas por la Organización Patria y Libertad en la mayor mina de cobre de Chile, “El Teniente”, y a los paros masivos del gremio transportador, tuvieron el efecto de desestabilizar al país, tal como lo quiso Nixon. Como es evidente, todas estas circunstancias conllevaron a la paulatina debilidad institucional del gobierno de Salvador Allende, que contra todas las adversidades, seguía entregándole a los niños su medio litro de leche diario, y consiguió empréstitos internacionales de España, Suecia, Finlandia y Dinamarca (para todo lo anterior, ver Lavretsky, 200 a 210; 250 a 253).


El 11 de septiembre del 73, los fundamentos que se mencionaron por la radio agricultura (propiedad de la oposición) en el momento del golpe como causas para derrocar a Allende, fueron los siguientes: “1) La excepcional y seria crisis económica y social y moral (SIC) que mina al país. 2) La incapacidad del gobierno para tomar medidas que detengan el ulterior crecimiento del caos y 3) El incesante crecimiento de los grupos paramilitares organizados e instruidos por la Unidad Popular que apoya a Allende, circunstancia que inevitablemente sumiría al pueblo en la guerra civil (…)” (ibíd., 269).

El “milagro chileno”.

El milagro chileno, producto de la sobrenatural intervención del Señor Friedman y sus hijitos de la Universidad Católica de Chile, los “Chicago Boys”, en la economía del país, generó el tipo de crecimiento económico que Mario Góngora criticó (en su libro Ensayo histórico sobre la noción de Estado en Chile) por la falta de participación del Estado en los procesos de producción, o sea, la ausencia de distribución de la riqueza, lo cual es igual a hablar de acumulación del capital. Este hecho de la providencia, como se pudo notar, sustituyó el pan por el aire. A quienes se opusieron los enviaron desde los cielos a arar el mar. No hubo alguien capaz de interponerse, como diría Cortázar, entre el balde de mierda y el prisionero, entre Víctor Jara y su verdugo.


Pues bien, de todo lo que se ha reseñado puede concluirse que los problemas económicos de Chile no se debieron a un mal gobierno en el país por parte de Allende, sino que, en todo sentido, fue el efecto directo del sabotaje de la oposición, liderada entonces por la Organización Patria y Libertad (auspiciada desde la CIA). En términos concretos, la tesis es que el desastre de la economía chilena no se ocasionó por la planeación económica desde el Estado, como lo hiciera patente (no de manera explícita, reconozco) Milton Friedman en una carta dirigida a Pinochet, fechada el 21 de abril de 1975, sino al ya mentado sabotaje. Esto implica necesariamente, que el tal milagro (en sus dos fases, que no son del caso mencionar por ser objeto de un documento posterior) fue el acto mediante el cual los capitalistas recuperaron lo perdido en el gobierno de Allende, cosa que hicieron públicamente y bajo el especioso nombre de la libertad.

Fuentes.


Blum, William. “Matando la esperanza: Estados Unidos, Intervenciones militares y de la CIA desde la segunda Guerra Mundial. Common Courage Pr., 1995. Traducción libre. Extractos del libro en http://www.chilevive.cl/homenaje/11sept/cia.shtml
Eastman, Jorge Mario. Pinochet, El déspota que revolucionó el Derecho Internacional. TM Editores. 2000.
Lavretsky, José. Salvador Allende. Editorial Progreso. Moscú. 1978.
Roppel, Guenther W. Estados Unidos, intervenciones del poder imperial en cuarenta países del mundo. Ediciones Aurora. 2005.
La carta de Milton Friedman referida arriba se encuentra en http://www.elcato.org/node/2067
[1] Resulta interesante el hecho de que esta ley fue expedida durante el corto tiempo que duró el gobierno socialista de Carlos Dávila, Eugenio Matte y Marmaduque Grove en 1932. Dadas las circunstancias políticas de Chile en ese tiempo, es casi inverosímil que una normatividad de semejante contenido no fuera derogada. Lo obvio es que estaba desueta.
[2] La intervención de la CIA en el golpe de estado se ve retratada, entre otras, en la película Missing, de Costa Gavras. El protagonista de la película, un hombre estadounidense conservador que va a Chile para buscar a su hijo perdido, terminó demandando, infructuosamente, al gobierno norteamericano de Richard Nixon y de Henry Kissinger, por la complicidad de estos dos en el golpe y, por tanto, en la muerte de su hijo.



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1 comentario:

thrashaholico dijo...

increíble, todo bien documentado y detallado.
se agradece mucho este tipo de reseñas que ayudan aun mas a entender nuestra verdadera historia.
realmente muchas gracias